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Historias: Elisa Forti, la nona que cruzó los Andes a pie.

El cruce de los Andes, o simplemente el cruce, es una competición de trail muy popular en el continente americano. Como su nombre indica consiste en cruzar al cordillera andina uniendo Argentina y Chile. Son algo más de 100 Km y se dividen en 3 etapas. El recorrido varía en cada edición. Este año las etapas fueron de 25,5; 42 y 34 Km con un total de más de 10.200 m de desnivel (positivo y negativo) acumulado.

Este año, entre los más de 2000 corredores, participaba el mediático Chema Martínez (que ha finalizado 5º) por lo que ha recibido cierta atención de algunos medios españoles. De todas formas en esta ocasión no es de Chema de quien vamos a hablar.

La historia de hoy se resume en una imagen, un nieto y su abuela, una imagen común... salvo por el contexto.

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Foto: Diego Winitzky

Elisa Forti, o doña Elisa, 80 años a sus espaldas. Italiana de nacimiento, de Como, región famosa por su lago y sus montañas. Dejó su país a los 14 años, en 1948, escapando de una Italia de postguerra. Se estableció en Buenos Aires donde prosiguió con su afición la deporte, herencia paterna afirma. Nadadora desde siempre. Estuvo vinculada a distintos clubs, jugó al volley hasta que nació su quinta hija, con 40 años. Se cambió al tenis porque resultaba más sencillo que desplazarse con todo un equipo.

A correr empieza tarde (o no, nunca lo es) con 72 años. Enseguida se engancha “Me seda, me calma, me da empuje. Lo hago todos los santos días” Le gusta correr por la naturaleza, huye del cemento. Corre todos los días una hora acercándose a los árboles y al agua. “No sé cuántos kilómetros hago. A mí me interesa empezar el día cargada de energía y de buen humor. Y a eso me lo da el ruido del agua y los pájaros.” Siempre vuelve a casa con una planta, una flor o una piedrita en el bolsillo.


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Este cruce de los Andes fue su segunda participación en la prueba. La primera la hizo en 2013, con 78 años. Superó con creces su propias expectativas y sorprendió a ella misma y al resto de participantes.

“No estoy haciendo nada, estoy haciendo algo que a mí me gusta, entonces ¿por qué merezco aplausos?. Se me puso la piel de gallina, no sabía dónde meterme.”

Tan orgullosa acabó que decidió repetir la experiencia “Me puede despegar el mundo, o accidentes de la vida, pero vuelvo apenas tengo la oportunidad”.


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Y la oportunidad volvió a llegar este año con la compañía de su nieto Liohel de 19 años, que se ofreció a acompañarla tras una cena familiar.

Doña Elisa no tenía demasiada fe en sus posibilidades, competía además con una fisura en una costilla, pero las etapas fueron cayendo y al final el sueño se hizo de nuevo realidad.


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“En este Cruce me di cuenta que contagio pasión en las personas. Todo el mundo me apoyó y me emocionó mucho la compañía permanente que me dieron. Fue una linda locura”

Para Elisa cada carrera es un desafío contra ella misma y el paso del tiempo. Piensa que si es capaz de vencer aquí, también lo será en la vida cotidiana. Sin miedo por el futuro, su filosofía se fundamenta en “aprovechar cada momento, cada cosa que te llega, del cielo, de donde sea.” y “¿si te viene una desgracia? Poné los hombros derecho, calzate la mochila y salí a afrontarlo. Si salís a combatirla, la desgracia no te gana.”



“Ahora tengo ganas de descansar un poco para recargar energías porque me gustaría seguir corriendo. Si Dios quiere nos vemos en 2016″.


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