Historias: Zé Peixe
- cpoutdoormag
- 4 ene 2015
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Sergipe, el “río de los cangrejos” en idioma tupí, da nombre a uno de los estados de la Región Nordeste, uno de los más pequeños de los 27 que componen Brasil. Su interior está casi totalmente cubierto por caatinga, la típica vegetación semiárida brasileña. En el litoral hay (cada vez menos) manglares y extensas playas de arena junto a una pequeña extensión de selva tropical. Su capital Aracaju se localiza en los márgenes del Océano Atlántico entre los ríos Sergipe y Poxim. En este escenario desarrollaría su vida José Martins Ribeiro Nunes, Zé Peixe.

Zé Peixe (1927 - 2012), fue un deportista de la vida. No encontraréis su nombre entre los medallistas de los Juegos Olímpicos ni de ningún campeonato, y sin embargo pocas personas han logrado alcanzar en vida una comunión con el medio acuático como lo hizo Zé. Este práctico (oficio que consiste en guiar los barcos en los puertos) vivió una vida única con una filosofía muy singular. De las biografías que siempre más me han llamado la atención, si naciera más al norte seguramente Hollywood le hubiese dedicado alguna película ¿No lo conocen? Merece la pena perder unos minutos y acercarse a su figura.
Zé Peixe fue el tercero de 6 hermanos, hijo de una profesora de matemáticas y un funcionario público. Criado en una casa frente a la desembocadura del río Sergipe, aprendió a nadar con sus padres y, ya desde niño, el río se convirtió en su patio de recreo atravesándolo muchas veces a nado para disfrutar de los frutos de los cajueiros (anacardos) que crecían en la otra orilla. Cuando la marea estaba baja zé se dedicaba a recorrer las marismas recogiendo cangrejos para contribuir a la economía familiar.
”Cuando tenía sólo 3 años me caí jugando al río Sergipe,
y bueno parece que ahí me quedé".
Con 11 años ya era un experimentado nadador: en 1938 el capitán de fragata Aldo Sá Brito de Souza al observar a destreza de Zé nadando "como un pez" decidió bautizarle con el apodo de Zé Peixe (Pepe Pez sería el equivalente en español) Desde entonces todo el mundo le conocería así o, en el caso de los norteamericanos que recalaban en aquellas aguas, por su equivalente en inglés: Joe Fish.
De los 6 hermanos, sólo Rita (que también se ganó el apellido Peixe) lo acompañaba en sus aventuras acuáticas, algunas de ellas nocturnas, con la desaprobación y disgusto de sus padres, quienes veían como se bañaban incluso con el uniforme escolar puesto. De estos años de infancia son sus primeras actuaciones como “práctico” aunque de manera extraoficial, guiando la entrada y saída de embarcaciones en la “Boca da Barra”, donde el Rio Sergipe desemboca en el Oceano Atlántico, un lugar especialmente complicado para la navegación por sus bancos cambiantes de arena.
En 1947, su padre lo incita a presentarse al Serviço da Marinha, donde mediante concurso logra su plaza como Prático do Estado de la Capitania dos Portos de Sergipe. A pesar de que no era una profesión bien pagada ejercería el oficio durante más de 50 años.

Fue precisamente la forma de ejercer su profesión lo que lo convirtió en una leyenda. Normalmente los prácticos usan una embarcación de apoyo que los lleve hasta el barco que necesitan guiar. Zé no utilizaba barco, cuando había un navío que necesitaba entrar en la barra del río Sergipe simplemente nadaba hasta él, vestido únicamente con unas bermudas atadas con un cordel. A veces utilizaba una plancha para ir en busca de las embarcaciones más distantes y las esperaba durante todo el día, o mismo toda la noche, encima de la boya faro situada a 12 Km de la playa.
“He llegado a pasar noches enteras sentado en la boya”
De la misma manera, después de conducir un barco hasta fuera de la Barra, saltaba desde la cubierta, a veces hasta a 15 m del agua, con su estilo de clavadista y extendiendo los 2 brazos hacia atrás (para mantener el equilibrio y alejarse lo más posible del barco) y regresaba a tierra nadando sin parar (“si paro un instante jamás llegaría a tierra”) con la cabeza fuera del agua (“para que no se metan medusas en los ojos”) normalmente unos 10 Km. Una vez en tierra caminaba otros 10 Km, dependiendo donde las corrientes le permitían tocar tierra, hasta la sede de la Capitanía Marítima. Por si acaso, en una bolsa estanca que ataba a su bañador metía algo de dinero, por si el mar ese día decidía desviarlo demasiado.
En su carrera consiguió evitar naufragios y salvar vidas, a la vez que provocaba situaciones curiosas como cuando un capitán ruso ordenó a su tripulación que lo detuviera para evitar su supuesto suicidio. No resulta difícil imaginar que el marino pensara que había perdido el juicio.

Todo esto lo hacía un hombre menudo (160 cm de altura y 53 Kg de peso) en una de las peores entradas portuarias de todo el país, en unas aguas en la que no es raro encontrar tiburones (“cuando encuentro con uno me hago el muerto y ellos siguen su camino”) y hasta una edad muy avanzada, 76 años. Con parte de la visión perdida cuando un cabo mal lanzado acertó en su ojo izquierdo su mayor temor era que lo consideraran inválido para el trabajo y en realidad no fue hasta 2009 cuando, con 82 años y ya enfermo, solicitaría a la marina la baja definitiva de su profesión.
Nunca se hizo rico, a pesar de los múltiples reconocimientos y de haber recibido diversas condecoraciones, quizás porque entre otras cosas tampoco dudaba en dividir su sueldo y ayudar a quien lo necesitaba. Hombre humilde, poco amante de los reportajes, introvertido a la vez que simpático según sus vecinos. Vivió en la misma casa que nació, una cabaña de pescadores construida hace 150 años, encalada de blanco en el exterior y pintada de azul en el interior. Dentro apenas un par de muebles acompañaban a unas paredes adornadas de fotos y dibujos de veleros, medallas, recortes de prensa que mencionan sus hazañas, estampas de santos y diversa correspondencia. Su estilo de vida era de lo más sencillo, entre estoico y espartano. Decía que para vivir sólo necesitaba sus barcos (tenía 3 botes) y su bicicleta. Su dieta estaba constituida básicamente por pan y café por las mañanas y mucha fruta a lo largo del día. No fumaba ni bebía, se acostaba (no en una cama sino en el suelo) normalmente a las 20 horas y se levantaba a las 6. No usaba calzado salvo ocasiones especiales, como los domingos cuando vestido con su traje negro, con las piernas arremangadas, pedaleaba en su bici para ir hasta la Igreja do Sao José a escuchar misa, aún así sólo se los ponía en el último momento, en las escaleras del templo. Los días que tenía libre le gustaba ir con sus barcos, bañarse en el mar o ir al mercado en bicicleta para comprar fruta. Siempre se bañaba en el mar y no utilizaba el agua dulce. Estuvo casado en los años 60 con María Augusta Oliveira pero no tuvo descendencia. Su relación matrimonial fue también singular, no queriendo abandonar el domicilio familiar compró a su esposa otra casa e iba todos los días a buscarla en bicicleta para llevarla a su trabajo en correos.
Los últimos años de su vida vio como los barcos iban desapareciendo (se construyó un puerto exterior), las aguas contaminándose y el manglar degradándose, víctima de la especulación inmobiliaria. En un paralelismo con su entorno su vitalidad fue marchitándose, sufrió la enfermedad de Alzehimer que lo obligó a dejar su forma de vida y a depender de permanentes cuidados. Murió en 2012 tras sufrir una insuficiencia respiratoria. Fue enterrado con honores en su ciudad, Aracaju, que años antes le levantó una estatua.

Si un día visitan Aracaju, y se acercan a la Avenida Beira Mar 626, al Museu Memorial de Sergipe, podrán ver la escultura de este hombre pequeño en estatura y grande en corazón, que vivió la vida según su propio criterio y que sonreía al hablar del mar.
Fuentes:
http://www.clicksergipe.com.br/blog.asp?pagina=1&postagem=677
http://www.infonet.com.br/cidade/ler.asp?id=127413
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